Ayer me desperté de última madrugada para encontrarme que había llegado otro tipo de frío. No ese relente previo al alba de verano sino el seco del otoño. Y no me engañaba. Ayer en Madrid el día fue claro, de clima fresco y cielos azules despejados por el viento, de ropa ligera de abrigo. De un día para otro habíamos pasado del verano tardío al otoño pleno.
Este año hemos perdido al estío. Esa estación no astronómica, no reconocida de manera oficial, pero que para muchos de nosotros existe. Unos le llaman el veranillo de San Miguel, otros Indian Summer. Para algunos entre los que me encuentro es el estío. Un tiempo impreciso pero perceptible. Transición entre dos estaciones en la que la luz de los días se va suavizando, en la que los tonos de las hojas pasan del verde al dorado y luego a rojos, ocres, marrones. En el que vas sumando ropa sobre el cuerpo, en el que te encuentras cada vez más a gusto en casa o en el cobijo de los garitos…
Este año no hubo. De verano a otoño en unas horas. Y yo soy de esos a los que les pesa el salto. De los que han echado de menos al estío.
Comentarios recientes