A veces la escritura de una novela se ralentiza. Uno se atasca en la redacción, rehace capítulos una y otra vez porque no acaba de estar satisfecho. En fin, que en ocasiones te desesperas porque tus planes de producción no se cumplen ni de lejos.
Pero ocurre que a veces es para mejor. No hablo, claro, del bajón creativo, del pantano en el que algunos escritores a veces caen. Por cierto que, incluso cuando hay una bajada, lo mejor es seguir escribiendo, no importa que luego descubras que has estado todo el día para escribir un par de párrafos influmables.
Sin embargo, ahora estoy hablando de que a veces las novelas, sus ideas base, sus estructuras, líneas argumentales, etc., necesitan cierto tiempo para cuajar. Las hay que salen muy rápido, al punto de que parece que se arman ellas solas. Otras requieren más esfuerzo.
Comparto esta idea con vosotros porque justo ahora estoy enfrascado en una novela de fantasía. En realidad un proyecto de serie (nunca he escrito una serie y me va apeteciendo medirme con un empeño así); el mismo que dejé aparcado hace unos meses para escribir una histórica. Y no estoy cumpliendo los plazos que me puse ni de lejos.
Lo cierto es que ya el hecho de aparcarla y demorarla ha sentado bien a la historia. He vuelto a ella con una óptica algo distinta. Y ahora ocurre que al ser una novela de fantasía, al haber ideado todo un mundo, de continuo surgen facetas, ideas nuevas, que enriquecen la narración. También me surgen inconvenientes, reparos que me pongo a mí mismo y que he de solucionar.
La novela gana. Gana aunque el precio está en que su elaboración se alarga. Pero no le tiene a uno que pesar por ello, aunque a corto plazo se desespere. Algún día escribiré una entrada sobre la falacia de que escribir un libro no cuesta nada. Es verdad que un escritor, si quiere meter diez mil romanos más en una batalla, lo tiene más fácil que un cineasta. Pero escribir un libro requiere un aporte de recursos. Y eso es algo que a veces se olvida. Incluso algunos escritores lo olvidan.
Pero eso será ya materia de otra entrada, quizá la siguiente. En esta quería compartir esto: que también la demora a veces es parte de los recursos del escritor. Te atascas porque tu olfato, tu instinto asesino dice que no estás sacando toda la tajada que debieras a la novela. Y por eso parece que remas en arena. Luego, cuando la obra está hecha, ves que es para bien.
Todo lo cual no quita para que, a pesar de mi reflexión mesurada, hace un rato estuviera tirándome de los pelos, porque la mañana ha discurrido con una escritura lenta, escasa, de la que no he acabado de estar satisfecho. Es otro de los recursos que tienes que estar dispuesto a aportar cuando escribes. Los episodios de desesperación, por fortuna breves, como erupciones.
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