Ahora que va anocheciendo antes, bajaba corriendo a hacer una compra de última hora, cuando me he topado con ese tesoro que muestra la foto. Alguien los dejó abandonados junto a los cubos de basura. Apilados sobre un pollete, eso sí, por si alguien podía quererlos. A veces hago yo lo mismo con libros que me sobran. ¡Tebeos antiguos! ¡Y qué tebeos! Dossier Negro, Cimoc, Totem…
Los tebeos de mi adolescencia y sin duda también del que los abandonó, porque también había dejado libros del colegio más que obsoletos y un archivador con partituras, tal vez residuo de una vocación musical abandonada. He dudado dos instantes, uno porque me iban a cerrar el super y otro porque nos hemos vuelto demasiado pudorosos a la hora de coger cosas abandonadas. ¡Pero qué diablos! Los tebeos en brazada y para casa. Ya compraré en algún chino, que abren hasta las doce, y si algún vecino maliciado -casi todos son buena gente- me ve cogiendo de la calle, que piense o diga lo que le venga en gana.
Esos tebeos valen un dinero, pero no me los he llevado por eso. Son, como he dicho, los tebeos de mi adolescencia. Ahí en la pila dispersa pueden ver un Dossier Negro que fue, cosa curiosa, mi primer encuentro con lo lovecratftiano, pues la historia que refleja la ilustración de la portada va de un mundo subterráneo habitado por Shoggots. Lo que son las cosas…
Es un ejemplo. En fin, lo dicho, que la gente no sabe lo que tira. No, no lo sabe. Pero quizá así a veces es mejor.
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