Al final, a lo mejor no hay tanta gente que a la que le gusta el fútbol por el fútbol, de esa que presencia un partido por el placer de ver jugar. Sí hay muchos que lo que quieren es ver ganar a su equipo, sea como sea. Ya sé que eso ocurre con todos los deportes, que es inevitable que la gran mayoría tome partido por uno u otro, o por unos u otros. Pero en el fútbol es más exagerado, y no hace falta que el espectador sea socio o forofo de un equipo.Y, aparte de esos espectadores, estamos otros que somos que lo somos de forma derivada. Digo somos porque yo pertenezco a ellos. No me gusta el fútbol, nunca lo veo en casa. Pero sí me gusta ir al pub a ver ciertos partidos, cuando el local está abarrotado. ¿Por qué? Porque me gusta el ambiente que cuaja en esos casos. Cómo la gente se desata, se olvida de toda contención, chilla, aplaude, se lleva las manos a la cabeza o vocifera indignado contra árbitro o jugadores torpes. Será algún instinto atávico, uno de perderse en la masa, de abandonar las formas, algo que nos está vedado cada vez más, y si no, vean lo contenida que es la gente ahora en todo momento y lugar, incluso en el entierro de los seres más queridos.Es sólo un apunte, pero piénsenlo. En nuestra sociedad, la depresión es una pandemia y no sé yo si parte de la culpa lo tiene la supercontención a la que nos sometemos. Así que escaparse de vez en cuando al garito de toda la vida, entre gente a la que, en muchos casos, conoces de nombre o siquiera de vista, y soltarse, tal vez no deja de ser una pequeña terapia. Tal vez. ¿Quién sabe?
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