Encendido en sus propias llamaradas,
la sed devora al luminar del día,
y, eterno amante de la noche fría,
persigue sus espaldas enlutadas.
Ansioso de sus sombras regaladas,
en vano corre la abrasada vía;
que él mismo va poniendo el bien que ansía
donde nunca penetran sus miradas.
La dicha ausente, y el afán consigo,
arde y redobla su imposible instancia,
llevando en sus entrañas su enemigo…
¡Así corro con bárbara constancia,
y siempre encuentro mi ansiedad conmigo
y el bien ansiado a la mayor distancia!
Adelardo López de Ayala
Si de tanta página echada entre las suertes:
principio o fin de la rayuela,
si como un Tantalon, arco o playa mansa,
como piedra de suertes en un trueque anticipado,
como finas hebras de un tapiz del oriente alzando vuelo
Pudiera conocer un genio inquieto
el agosto azucarado
de la semilla sutil que dio a la tierra.
La próspera cosecha de metáforas
del fiel custodio de sus eras.
Miel de azahares, caería por sus dedos.
Y aguas sin mar, darían bautismo a lo callado.