El fin de la era del pelotazo borró del mapa a un montón de eventos culturales locales. Y la crisis sostenida fue liquidando paulatinamente a muchos más y dejando en los huesos a otros tantos.
Esa es la parte mala. La buena es que, poco a poco, fueron naciendo por todas partes iniciativas culturales dispuestas a cubrir los huecos dejados. Tales iniciativas eran en muchos casos fruto de la sociedad civil, menos ligadas (al menos en sus arranques) al dinero público. Y, lo que a mi juicio es más valioso, distintas a lo que había.
La verdad es que, antes de la Crisis, España estaba llena de eventos culturales clónicos, construidos a base de conferencias y mesas redondas en espacios cerrados. Era difícil distinguir a muchos de tales eventos, más allá de la localidad donde se realizaban y los nombres propios de los ponentes.
Tras la Gran Poda, han ido surgiendo en cambio algo que podíamos llamar Eventos de Nicho, en el sentido de que cada uno ocupa un nicho en eso que se llama la diversidad cultural. Nicho que les da características únicas.
Buen ejemplo de ello es el Certamen de Novela Histórica de Úbeda, al que pude asistir la semana pasada para presentar Bandera Negra y La boca del Nilo, así como en calidad de jurado del Premio Los Cerros de Úbeda que se concede a la mejor novela histórica publicada el año anterior.
Por supuesto que conserva los elementos más clásicos de este tipo de eventos, como son las conferencias y las presentaciones de libros. Lo novedoso del Certamen es que a estas actuaciones en recinto cerrado apareja otras a pie de calle que se desarrollan en el mismo centro monumental de la población.
Al Certamen acuden grupos de recreadores que dan mucho color durante esos días al Certamen y que son su mejor reclamo y escaparate. A mí algo así ya me parece un hecho positivo puesto que da a este evento carácter propio, distinto. Más si se tiene en cuenta de que la recreación en la calle no es monotemática. Este año había, por ejemplo, grupos de recreación romana y pictos. También recreadores de la II Guerra Mundial, alemanes y aliados, que llegaron a montar sus propios campamentos y que deambulaban por la ciudad con sus uniformes, haciendo imposible que nadie que pasase por Úbeda esos días no se enterase de que se estaba celebrando el evento.
De paso, añadir que este año tenían la muy original contribución de un grupo dedicado a recrear el movimiento sufragista, de forma que de continuo te cruzaban con grupos de mujeres vestidas como a comienzos del siglo XX con carteles exigiendo el voto para la mujer.
Todo esto de las acciones callejeras tiene más importancia de lo que parece, al menos a mi juicio. Un solo personaje vestido de soldado alemán o de legionario romano, yendo por la calle, equivale a ciento de carteles pegados en los lugares habilitados, en cuanto a visibilizar se refiere.
Y que en este caso además le dan un sello, una impronta que hace al Certamen algo diferente con claridad.
En fin. En lo particular, añadir que a eso se suma, ya para los profesionales, toda una dimensión social porque es el momento de reencontrar a viejos conocidos (otros escritores, editores, críticos) y tramar nuevas relaciones.
Personalmente creo que eventos como el Certamen son el camino, menos mastodónticos, más ágiles y sobre todo más imbricados con la sociedad en la que tienen lugar. Otros no opinan igual, desde luego, y apuestan por los fastos de tipos más clásicos. Ya veremos quiénes duran más.
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