Hace no mucho, yo era de los que quiso coger por costumbre el saludar en este periodo con un ¡Feliz Solsticio!, pero la economía de lenguaje –ese gran enemigo del idioma artificial que, hoy en día, con tanto ahínco tratan de imponernos desde el poder- me hizo derivar hacia un ¡Felices Fiestas! con rapidez. Me ha venido eso a la cabeza porque, justo ahora, está en el candelero la supuesta inconveniencia (según algunos) de usar ciertas expresiones o símbolos, so color de que pueden ofender a confesiones distintas a la católica o a los no creyentes.
En la declaración de intenciones de esta bitácora ya dije que no pensaba utilizarla como púlpito laico para lanzar soflamas. Y lo voy a mantener. Pero, después de todo, Las Islas sin Nombre es una bitácora personal y, en lo personal, es imposible que esté ausente la reflexión. Así que voy a echar mi cuarto a espadas sobre el asunto de la Navidad. Lo haré como reflexión y voy a agradecer que los comentarios eviten la acritud, la acidez, la palabrería extrema. Aunque, claro, cada uno es como es y quizá no fuera acertado prohibir eso. Pero la bitácora es mía y en lo mío no quiero broncas, así que aviso a los navegantes: al primer indicio de jaleo cortaré por la sano, si eso llega a ocurrir en las respuestas a alguna entrada. Pero vamos a la Navidad.
De entrada, es un desacierto sustituir Navidad por Solsticio. La fiesta se celebra la noche del 24 al 25, cuando el Solsticio tiene lugar la del 21 al 22. Echo mano a conocimientos algo oxidados pero lo que se celebra en realidad es el Perihelio, el momento en el que la Tierra está más próxima al Sol. El Solsticio de Invierno, en cambio es el instante en que el Sol está más bajo en la Eclíptica (23º 27’ de declinación sur) y comienza su ascenso.
Además, las fiestas navideñas no proceden de ahí. En realidad suplantaron a las Saturnalias, unas fiestas romanas de carácter bastante orgiástico. Ante la imposibilidad de borrarlas, los cristianos optaron por colocar ahí el nacimiento de Cristo, para por lo menos cristianizarlos. Así que si se quisiera desandar el camino, habría que gritar algo así como Io Saturnalias! Pero me temo que tal solución no satisfaría a los laicistas, pues sólo sería sustituir una expresión cristiana por otra olímpica (de la religión del Olimpo, no de los juegos).
Lo que no entienden ciertas mentes es que, con algunos símbolos y vocablos, el problema es, precisamente, que cambian de significado. Que desbordan su significado original y, por eso, pierden su cualidad de elemento distintivo y aglutinador del grupo. Navidad ya representa a estas fiestas, más que una celebración puramente cristiana, construida sobre otra pagana más antigua. Y, respecto a esto de las palabras y los símbolos, dos ejemplos.
El primero es la palabra Ojalá. Es una exclamación que tenemos todo el día en la boca los españoles y deriva de un vocablo árabe que significa lo quiera Alá. Y lo usamos todos los días gente que no tenemos nada, pero nada, de musulmanes.
El segundo es el árbol de Navidad. Creo que eso está como símbolo navideño gracias al poeta alemán Schiller. Inmerso en el movimiento romántico de su época, rescató un símbolo pagano, la rama de muérdago, para marcar distancias respecto a un cristianismo que le resultaba restrictivo. Como el muérdago era difícil de conseguir, no tardó en ser sustituido por ramas de abeto. Y de ahí al abeto y luego al árbol en general, fagocitado con rapidez por la Navidad cristiana.
Son dos paradojas, buenos ejemplos de la deriva simbólica y lingüística, propia del devenir humano. Con la Navidad pasa igual y, su problema, desde un punto de vista religioso como fiestas, es que se ha hecho mundial y corre bastante aparte de su intención original.
Yo, por hablar de mí mismo, no soy cristiano. Soy, además, partidario de un estado laico y una escuela laica. Eso no me legitima ni una pizca más para todo lo que he dicho que a un cristiano, por supuesto. Era un preámbulo para hacer mención a ciertos sucesos y actitudes sufridas estos días, como la profesora o directora de colegio que le tiró el belén a unos alumnos. Comentar al respecto, sobre gente así, que el hecho de que viajen por el mismo camino o en la misma dirección, no les convierte en compañeros nuestros de viaje, ni implica que se dirijan al mismo lugar que nosotros.
Y, dicho esto, les deseo una Feliz Navidad.
Si me mostrás la manos, arriesgo el comentario 😉
Me parece que te equivocás con el el tema del arbolito. Los germanos, en invierno, ponían trapitos en las ramas de los árboles, simulando frutos, con la idea de anticipar el buen tiempo.
Saludos…
Felices fiestas, jajja
Bonito comentario. Yo creo que asociar la Navidad al Cristianismo es algo ya tan pasado de moda como asociar el bikini a las suecas. Por eso no entiendo que vaciar de significado la navidad sea una forma de vestirse de laicismo…
Además, lo dice un agnóstico, no entiendo el por qué felicitar una fiesta (cristiana ú otra cualquiera) puede significar agresión contra nadie. Un tipo cristiano que te desea feliz navidad no quiere que vayas a la misa del gallo ni te mira de reojo porque no adores al niño. Yo, que no tengo confesión religiosa alguna, me parece perfecto que alguien me desee Feliz Navidad, Feliz Hanuka o Feliz Ramadán. Mientras no me obliguen a ir a misa el 24 por la noche, a que encienda un candelabro de siete brazos o a que ayune durante todo el dia.
Siempre que haya deseo de felicidad por parte del otro y no una imposición. No creo que vaciar de religiosidad cualquier acto contribuya a dejar de molestar a nadie.
Creo que, simplemente, forma parte de ese contrataque del Imperio (de lo políticamente correcto) que tan estúpido se muerta las más de las veces.
Feliz Navidad.