Muchos de los que saben de ello consideran que la enseñanza online es, hasta ahora, uno de los grandes fracasos o, si se quiere ser menos duro, de las asignaturas todavía pendientes en esta era de Nuevas Tecnologías. Yo, que no soy un experto, comparto tal opinión.
De momento, lo que hemos hecho básicamente es sustituir la presencia del ponente, docente o enseñante por una grabación del mismo. Era el paso más lógico, puesto que también se puede hacer con muy pocos medios. En su versión más espartana, se trata simplemente de filmar a alguien dando su charla y colgarlo en una plataforma, de manera que cualquiera pueda acceder a ese video cuando mejor le convenga. Y luego ya a eso podemos asociar documentos, cuestionarios, problemas o casos a resolver…
También hay programas pensados para la enseñanza, como el Moodle, que justamente integra todo eso que he dicho y otras funcionalidades, como la gestión de estudiantes. Algo que también se puede hacer con el Onenote para docencia. Y también hay sitios webs, como los que tienen Microsoft o Google pensados para la enseñanza. Todos, de una forma u otra, pretenden ofrecer un aula virtual.
Aulas virtuales. Ese nombre dice mucho del estado del asunto. A mi modesto entender de no-experto, lo que ocurre es que en esto de la enseñanza on-line estamos todavía en una fase analógica. Es decir: nos dedicamos a hacer productos análogos, a replicar, lo que ya había en el terreno físico. No tiene nada de malo, ¿eh? Los seres humanos funcionamos así. No es casualidad que en ofimática se hable de documentos, archivos y carpetas. Los nombres que se usan en los soportes físicos se aplicaron a los electrónicos por esa analogía citada. Y es que, al principio, los primeros procesadores de texto eran poco más que una hoja virtual en blanco donde uno escribía. Pero con rapidez se superó esa fase analógica y los documentos electrónicos se convirtieron en complejo, lleno de funcionalidades y totalmente diferente a la hoja de papel.
En la enseñanza online parece que estamos bastante atascados en la fase analógica. Sobre todo lo que hemos hecho es sustituir: el docente físico por el video, las bibliotecas por repositorios, las pruebas de examen por evaluaciones online, las tutorías por consulta… Por supuesto que todo eso nada tiene de malo. Cuando hablamos de fracaso o asignatura pendiente es porque muchos creen que, como en el caso del documento electrónico respecto a la hoja de papel, se puede ir mucho más allá. Y no damos con la forma.
Durante años he deambulado por ese mundo en la red formado por MOOCs (Masive Online Course), aprovechando que muchas de las plataformas tienen áreas gratuitas o son directamente gratuitas. Los hay desde muy simples a muy sofisticados, pero básicamente son lo que he estado contando, en un grado u otro de complejidad. Sin embargo, en ese mar de fórmulas iguales —que vuelvo a insistir que no está mal, sino que tendríamos que conseguir ir mucho más allá— destacan algunas perlas.
Quizá la joya más deslumbrante de enseñanza online que me he topado es Khan Academy, que tiene una versión en español: es.khanacademy.org. Joya por su originalidad, su eficiencia y su sencillez. Una maravilla de fundamento y funcionamiento sencillos.
En Khan Academy encontramos cursos gratuitos de matemáticas, álgebra, física, biología… Se puede acceder a cualquiera y comenzar por lo más básico o hacer una prueba de nivel. Si eliges lo que llaman Misiones, partir de ahí se accede a sucesivas pruebas. En cada una de ellas te presentan una batería de preguntas o problemas a resolver. Si lo haces, pasas a la siguiente. Si no, puedes intentarlo de nuevo. Si tienes dificultades para lograrlo o directamente no sabes, entonces puedes ver un video de pocos minutos donde te explican la cuestión o abrir una ventana de ayuda donde se te muestra cómo solucionar.
¿No es genial? Cuando acudes a un MOOC normal, lo mismo que cuando te matriculas en un curso, recibes un caudal de información en el que se mezclan cosas que sabes con otras que no. Aquí no. Avanzas a tu ritmo, lo que es todo un descubrimiento para personas como yo, que han descubierto con horror que, tras años de no usarlos— han perdido buena parte de sus conocimientos en matemáticas o física. La gente como yo entra en Kan Academy y lo que hace es avanzar cubriendo esas lagunas creadas por el tiempo: lo que sabe lo resuelve y sigue. Lo que no, se detiene y aprende.
Y, para rematar, se puede hacer a la manera tradicional, si uno quiere instruirse en una materia en la que es totalmente lego. Entonces se empieza por el principio y siguiendo el esquema clásico. Primero ves la lección, luego resuelves los problemas y, si lo consigues, pasas a la siguiente lección.
Insisto en que yo no lo conozco todo. Pero me llama la atención que esta sencilla genialidad apenas se menciona en artículos de medios online de corte general. Se dedica mucho espacio a chorradas, frikadas y ocurrencias, al tiempo que se mantiene como en sombras a una web que presta un excelente servicio gratuito. Por fortuna, a veces buscando, o por azar, o por el boca a boca, ciertas personas vamos accediendo. Y procuramos darle difusión, como hago yo ahora. Es una pena que ciertos medios no tengan entre sus prioridades apoyar iniciativas que de verdad ayudan a formarse, a cultivar el intelecto, y que lo hacen de forma sencilla, aprovechando las ventajas que ofrece la Red de una forma más que sencilla. Porque, como siempre, lo difícil no es hacer una rueda, que es un artefacto muy simple. Lo difícil fue inventar la rueda.
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