El año pasado, Hipólito Sanchiz y yo accedimos a una entrevista para una nueva serie documental que se estaba preparando para uno de los canales de pago de televisión. En 2005, Hipólito y yo publicamos Una historia de las sociedades secretas españolas, que fue el primer ensayo sobre el tema en nuestro país en más de cien años, ya que el anterior fue uno de Vicente de la Fuente en 1871.
La entrevista era para un capítulo dedicado a la Garduña, la supuesta sociedad criminal española. En nuestro libro demostramos (aunque en realidad en esa parte toda el mérito de la investigación es de Hipólito) que la Garduña nunca existió, que fue producto quizá de una confusión al principio (el mito nació en el siglo XIX) y después, a lo largo del siglo XX, asentado por una multitud de autores presuntamente informados que lo que hacían en realidad era refritos de libros sobre el tema anteriores.
Yo ya venía de una mala experiencia al respecto, con un programa famoso de televisión, donde me entrevistaron sobre el mismo asunto. Como la entrevista no fue en plató, cortaron y montaron de tal forma que parecía que un servidor afirmaba que la Garduña sí había existido. Así que le insistimos a los del programa en que se respetase nuestra opinión y así nos lo garantizaron… y que si quieres arroz, Catalina.
Cuando el programa se emitió, habían cortado y montado nuestras declaraciones de tal forma que parecía que avalábamos la existencia de la Garduña. Y lo que tiene más cachondeo, salían un par de supuestos expertos dando tan aplomados datos que, en realidad, fue nuestro libro el que los puso en luz pública por primera vez. Por ejemplo, el hecho de que no se puede probar la realidad o falsedad del supuesto juicio a los jefes de la Garduña porque los archivos judiciales de Sevilla de la época se perdieron en un incendio a comienzos del siglo XX.
En fin. Inenarrable. Cosa curiosa, poco después contactó conmigo un profesional del Periódico de Cataluña para un reportaje sobre la Garduña. Conversamos al respecto y tras manifestarles que, en nuestra opinión, la Garduña es una falsedad de cabo a rabo, el periodista convino en que entonces no había pues reportaje y ahí quedó la cosa. Es decir: se comportó con ética, no tomó mis palabras para darle la vuelta al sentido, como hicieron los otros granujas.
¿Cuesta tanto comportarse con un mínimo de decencia profesional y de respeto a la buena fe ajena? Supongo que no, este periodista lo demostró.
Pero ocurre la falta de honradez renta. Puedo asegurarles que, si en nuestro ensayo, hubiésemos tirado de mitos y de bulos, mucho más hubiéramos vendido entre el público ávido de conjuras e illuminatis. Y salir en pantalla contando gilipuerteces, usando material de tercera mano y alimentando bulos funciona. Funciona porque tiene su público. Y como lo falso tiene su público, lo falso renta. Renta porque la gente lo compra encantada, como compran esos falsos lacostes que hacen pelotillas pero tienen el cocodrilo.
Pues eso.
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