Regreso del mercado de la Boquería, en Barcelona, y lo hago lleno de inquietud. Tengo la impresión de que en este final de abril gris, desabrido y lluvioso ha comenzado la tan temida invasión extraterrestre. Y que una de sus cabezas de puente está justamente en Barcelona. A esa conclusión hemos de llegar viendo a la marea de supuestos turistas extranjeros que abarrotan la Boquería. ¿Cómo explicar si no su tan extraño comportamiento? Se dedican a fotografiar como posesos a las pescadillas, a los embutidos y aún a las naranjas? Es como si no hubiesen visto nada igual en su vida.
A partir de tan extraño comportamiento, hemos de colegir que son extraterrestres camuflados de norteuropeos u orientales. Si no fuesen alienígenas habríamos de colegir que hay cierto rasgo anómalo en la humanidad que nos hace ver como exóticos los elementos cotidianos en los que no nos fijamos cuando estamos en casa. Una merluza o un boquerón solo puede ser motivo de pasmo para un ser vivo ajeno a este planeta. ¿Es posible que los humanos sean así de catetos?
Ahí los tienen, les capté hace un momento afluyendo en riada a la Boquería. Como diría Lovecraft, he ahí el testimonio de la impía verdad, la innombrable e innominada realidad: O los humanos somos tarugos como somos mamíferos, o los marcianos ya están aquí y vienen a por nuestros jamones. Ustedes deciden qué opción es la correcta.
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